¡Qué Detalle!
Hace unos añitos atrás me encontraba viendo televisión en casa de mis padres y quise ir a la cocina a buscar un “snack”. De regreso al cuarto, el cable para enchufar el abanico estaba estorbando mi camino por lo que decidí brincarle por encima…error: el aparato se encontraba en una mesita por lo que el dichoso cable estaba bastante elevado y, “¡crack!”, hasta ahí el tobillo derecho. Es que el vago trabaja doble y, en mi caso, se parte alguna extremidad…
Mis padres me llevaron al hospital más cercano y mami entró conmigo a Emergencias en lo que papi estacionaba el carro. Da la mala pata que mami tuvo que salir un momento de sala y dejarme sola con el jamón que tenía por tobillo y, en ese momento:
-”¡Karleen Cortés! ¡Karleen Cortés a registración!”
¡Aaaah, sí claro! Mami no había regresado, papi parece que no encontraba estacionamiento y yo no tenía ni muletas ni silla de ruedas… ¡ni siquiera tenía el tobillo vendado! ¡¿Cómo se supone que llegue a la ventanilla?!
En una “pata”. Me levanté de la silla y, guillándome de acróbata, comencé a brincar en la pierna buena hacia la ventanilla…recostándome de la pared más cercana cuando perdía el balance o me cansaba. A todas éstas, pese al esfuerzo visible, NADIE se levantó a darme una mano. Totalmente entendible de quiénes se encontraban en mal estado, pero el resto, los acompañantes sanitos, ni siquiera la empleada que me llamó, hicieron aunque sea el aguaje.
Fast foward al presente, bueno, hace aproximadamente dos semanas para ser exacta:
Acababa de llegar al complejo de apartamentos donde vivo, feliz como una lombriz porque me acababa de comprar un café de Starbucks, y cuando fui a abrir el portón del estacionamiento esa noche lluviosa y fría…”¡crack!”, el mismo tobillo decidió irse por un hoyo en la acera que no llegué a ver.
El dolor fue horrible, tanto así que me puse fría y hasta náuseas me provocó. El sonido que hizo el tobillo tampoco ayudó al asunto. Encima, mi novio se encontraba viendo televisión en el apartamento y no me escucharía por más que le gritara y mi celular lo había dejado dentro de la guagua…¿qué hago?
En una “pata”, otra vez, brinqué hasta una de las ventanas de mi apartamento y le grité a mi novio. Cuando salió, me encontró hecha una mar de lágrimas, tirada en el escalón de entrada. Me vendó el pie, me metió en la guagua y arrancamos.
De camino al hospital, le conté sobre mi primera experiencia, indignada aún pese a que eso fue hace casi 10 años. Cuando llegamos, mi adorado tormento…digo, mi comprometido, me buscó una silla de ruedas y me rodó hasta Emergencias. Una vez allí, tuvo que salir a…estacionar la guagua. Y no hizo más que salir y:
-”¡Karleen Cortés!”
¿En serio?
Miré la silla de ruedas a ver qué tenía que hacer para desplazarme y de momento escucho:
“¿Te ayudo?”
¡Qué detalle! ¡Una buena samaritana se me acercó y me llevó hasta la ventanilla! Esperó a que tomaran mi información y luego me acomodó en la sala de espera donde, momentos después, mi novio me encontró sonriendo en medio del dolor gracias a la joven que restauró mi creencia en que todavía quedan personas sensibles al dolor y/o necesidades de los demás…
Y tal vez más personas como ella es lo que se necesita para rescatar a Puerto Rico.
Los detalles hacen la diferencia…
Mis padres me llevaron al hospital más cercano y mami entró conmigo a Emergencias en lo que papi estacionaba el carro. Da la mala pata que mami tuvo que salir un momento de sala y dejarme sola con el jamón que tenía por tobillo y, en ese momento:
-”¡Karleen Cortés! ¡Karleen Cortés a registración!”
¡Aaaah, sí claro! Mami no había regresado, papi parece que no encontraba estacionamiento y yo no tenía ni muletas ni silla de ruedas… ¡ni siquiera tenía el tobillo vendado! ¡¿Cómo se supone que llegue a la ventanilla?!
En una “pata”. Me levanté de la silla y, guillándome de acróbata, comencé a brincar en la pierna buena hacia la ventanilla…recostándome de la pared más cercana cuando perdía el balance o me cansaba. A todas éstas, pese al esfuerzo visible, NADIE se levantó a darme una mano. Totalmente entendible de quiénes se encontraban en mal estado, pero el resto, los acompañantes sanitos, ni siquiera la empleada que me llamó, hicieron aunque sea el aguaje.
Fast foward al presente, bueno, hace aproximadamente dos semanas para ser exacta:
Acababa de llegar al complejo de apartamentos donde vivo, feliz como una lombriz porque me acababa de comprar un café de Starbucks, y cuando fui a abrir el portón del estacionamiento esa noche lluviosa y fría…”¡crack!”, el mismo tobillo decidió irse por un hoyo en la acera que no llegué a ver.
El dolor fue horrible, tanto así que me puse fría y hasta náuseas me provocó. El sonido que hizo el tobillo tampoco ayudó al asunto. Encima, mi novio se encontraba viendo televisión en el apartamento y no me escucharía por más que le gritara y mi celular lo había dejado dentro de la guagua…¿qué hago?
En una “pata”, otra vez, brinqué hasta una de las ventanas de mi apartamento y le grité a mi novio. Cuando salió, me encontró hecha una mar de lágrimas, tirada en el escalón de entrada. Me vendó el pie, me metió en la guagua y arrancamos.
De camino al hospital, le conté sobre mi primera experiencia, indignada aún pese a que eso fue hace casi 10 años. Cuando llegamos, mi adorado tormento…digo, mi comprometido, me buscó una silla de ruedas y me rodó hasta Emergencias. Una vez allí, tuvo que salir a…estacionar la guagua. Y no hizo más que salir y:
-”¡Karleen Cortés!”
¿En serio?
Miré la silla de ruedas a ver qué tenía que hacer para desplazarme y de momento escucho:
“¿Te ayudo?”
¡Qué detalle! ¡Una buena samaritana se me acercó y me llevó hasta la ventanilla! Esperó a que tomaran mi información y luego me acomodó en la sala de espera donde, momentos después, mi novio me encontró sonriendo en medio del dolor gracias a la joven que restauró mi creencia en que todavía quedan personas sensibles al dolor y/o necesidades de los demás…
Y tal vez más personas como ella es lo que se necesita para rescatar a Puerto Rico.
Los detalles hacen la diferencia…